Las pupilas, conocidas también popularmente como “las niñas de los ojos” son esos mini orificios negros que tenemos justo en el centro del iris.

Las pupilas son las encargadas de dejar pasar más o menos luz, abriéndose o cerrándose “automáticamente” en función de la luminosidad de nuestro entorno.

Así, en un día soleado en la playa o en la nieve, nuestras pupilas se contraerán para reducir la cantidad de luz que entra hacia la retina. Por el contrario, al movernos a oscuras (por la noche, o en el cine…) las pupilas se dilatarán para intentar captar el máximo de luz posible.

Dilatar las pupilas

En las visitas al oftalmólogo, muchas veces  aplican unas gotas para dilatar las pupilas. Se hace así porque cuanto más abiertas están, mejor puede verse el fondo de los ojos. Y ver bien el fondo de ojo es indispensable para examinar la retina, para comprobar si hay alguna lesión en el nervio óptico, para graduar la vista con más exactitud, etc. 

Esta dilatación de las pupilas se denomina técnicamente “midriasis”, y tiene como único inconveniente que se ve borroso durante un par de horas, debido al exceso de luz que entrará a través de la pupila dilatada hasta que vaya desapareciendo el efecto de las gotas. Por ello, si hay que visitar al oftalmólogo, conviene llevar unas gafas de sol y abstenerse de conducir al salir de la consulta. ¡Un dato a tener en cuenta en la próxima ocasión!